lunes, 17 de octubre de 2011

La Revolución perdida

           ¿Qué es la revolución? Ésa es una de las preguntas que ahora nos hacemos, especialmente después de la denominada "primavera árabe", que ha supuesto un fenómeno sin parangón en los países árabes. Por primera vez en muchas décadas, los ciudadanos de estos países, que sufren el yugo de dictaduras presidencialistas o monarquías absolutistas que poco (o nada tienen) de democráticas, han decidido rebelarse y poner fin a décadas de opresión y de carestía económica y social.

        Nadie creyó que una gota de agua pudiese formar una catarata, ya que el inicio de las revueltas (que no revoluciones), se produjo en Túnez y se extendió por otros países árabes. Especialmente significativo fue el caso del joven egipcio que se quemó a lo bonzo frente al Parlamento de El Cairo. Rápidamente, miles de árabes en distintos países lo tomaron como ejemplo para decir: ¡Basta ya ! mientras intentaban poner fin a décadas de opresión y de carestía, pero sin que a día de hoy se haya conseguido un gran cambio. He aquí la cuestión fundamental a analizar. Los movimientos que se han producido en estos países no son precisamente revoluciones porque éstas llevan aparejadas cambios, si no radicales, al menos sustanciales en el tejido social de los países que experimentan estos procesos. Nada más lejos de la realidad.

         En el caso de Egipto, pese al entusiasmo general de la población, que consiguió derrocar a Hosni Mubarak después de décadas al frente de su país,  no por ello se ha traducido en una mayor tolerancia institucional del gobierno provisional dirigido por el ejército con respecto a los valores democráticos. Los niveles de pobreza son altos, los islamistas mantienen la amenaza y afloran las tensiones étnicas, especialmente entre la minoría cristiana representada por los coptos y la mayoría musulmana. En Túnez no se ha producido un cambio radical, y Libia puede convertirse en un país ingobernable si los rebeldes no consiguen construir un gobierno sólido.

         No obstante, meses después de la eclosión del estallido popular, la confianza se ha desvanecido. Este problema se genera fundamentalmente porque no se han producido revoluciones, sino revueltas, esto es, rebeliones de la población contra el sistema o el tirano de turno establecido pero sin que se traduzcan éstas en cambios en el entramado social, económico y legal. En estos casos jamás se podrá hablar de revolución. Y una revolución, aunque pueda provocar muertes y destrucciones, implica la consolidación de nuevas estructuras que mejoren el nivel de vida de los ciudadanos. Cambiar de líderes (o de tiranos), sin que se modifique el sistema social y político de acuerdo con una democracia plausible se quedará en la calificación de simple revuelta.

          Y el caso árabe también puede servir de ejemplo a Europa, que bien se hace la dormida mientras muere de éxito en un proyecto Europeo que, si bien es loable, necesita una verdadera revolución si en verdad se quieren preservar las conquistas económicas y sociales que se han realizado durante los más de 50 años que han transcurrido desde el comienzo del proceso de integración comunitario.


         

No hay comentarios:

Publicar un comentario